Yo
tuve un gran amor durante un
chaparrón
y sentí aquella vez tan
intensa
pasión
que ahora el buen tiempo me da
asco
cuando el
cielo está azul no lo puedo ni ver
que se
nuble ya el sol, que
se ponga a llover,
que caiga pronto otro
chubasco.
Confirmando
el
refrán una noche de abril
la tormenta
estalló, mi vecina
febril
asustada con tanto
trueno
brincó en un
santiamén del
lecho en
camisón
y se vino hacia mí pidiendo protección.
-
Auxílieme usted, sea bueno.
Ábrame por
piedad que estoy
sola y no sé
si podré
resistir, mi marido se fue
pues tiene
entre otros muchos fallos
que en las noches así abandona el
hogar
por la triste razón de que va a trabajar,
es vendedor
de
pararrayos -
Bendiciendo al genial
Franklin por su
invención
en mis brazos le di curso a su petición
y luego
el amor hizo el resto
mira tú que instalar pararrayos por ahí
y
olvidarte poner en tu casa, caray
cometiste un error
funesto.
Varias horas después, cuando al fin
escampó
ella se
hubo de ir, pero antes me citó
para la próxima tormenta
-
mi esposo va a llegar y si en casa no estoy
se me va a resfriar,
así que ya me voy,
a secarle la
gabardina -
Desde
entonces jamás he dejado el balcón
no hago más que poner la
máxima atención
en
cirros,
cúmulos y
estratos
la menor
nube gris me
colma de placer
aunque a decir verdad sé que no han
de volver
tan torrenciales
arrebatos.
A base de vender
palitos de metal
su marido reunió un
pingüe capital
y se
hizo multimillonario y a vivir la llevó
a un
imbécil país
donde si se oye llover
será porque haga
pis
algún niño del
vecindario.
Ojalá mi canción llegue al Sahara aquel
a
decirle que yo le seré siempre
fiel
que la llevo dentro del alma
que aunque sople el
simún
con seca realidad un día nos
reunirá una gran
tempestad
tras la que no vendrá la calma.
George
Brasssens / Javier Krahe
Javier Krahe
Alberto Pérez